Maldigo

El prado de Proserpina



Lejos, tan lejos que el corazón se llena de ti y el cielo hiela...
Maldigo aquí varada los ejércitos de silencios uniformados y puntiagudos, 
tan mal elegidos... 
Maldigo a la luna vaga e indiferente que no te acerca. Maldigo mis noches huecas y maldigo, maldigo al miedo y a la incertidumbre que me mantienen quieta...
Y la negra oquedad me cobija en lo hondo de su boca sin muelas, masticando aire como  cadáver ciego que hace muecas.

Jaroslaw Datta


 Fagocítame, oscura impotencia, tal como descoyuntara a la incauta amapola la psicópata tormenta.

Vuelve a mis brazos temblorosos, serenidad del alma; 
vuelve a posar tus labios sobre mi boca.

 Vuelve, aroma alto y puro de los nardos.
 Vuelve, si quiere y puede algún dios,
 ya que no puedo yo,
 a acechar las sombras del miedo para tejer
 con ellas nuestro ancho y grueso lazo.

La batalla

El prado de Proserpina









Y se vio superada sin saber qué hacer ni cómo o a quien pedir socorro...
Ella, que a pesar de todo, siempre se había valido por sí misma, y había demostrado constantemente su fortaleza a la hora de superar mil situaciones difíciles...hasta la propia muerte. Pero ahora se veía superada; no sabía cómo actuar, se encontró por primera vez inútil...
 Miró a su alrededor y se vio sola; miró al cielo y estaba vacío.
Nuevamente la vida le ofrecía su puño, quería un nuevo pulso...
Helena apretó los dientes y encrespó el alma. La victoria estaba perdida, siempre está perdida; pero esta batalla aún era suya.

El remolino del tiempo

Esse Imaginaria


Recuerdo cuando te fuiste, 
sin tu adiós, tan callada...
Recuerdo aquella mirada
 que cuartea ahora el vil salitre...



Y te lleva la muerte, alma,
se te lleva tarde y temprana,
¡ Bruja, la muerte terrorista,
secuestradora callada...!

Y yo, subida a las alas
de mi máquina del tiempo
te siento, tesoro mío,
y de nuevo se me escapa el alma
sobre el remolino del tiempo.

Al poeta caído

El prado de Proserpina






Jaroslaw Datta

Muchos poetas moriremos, 
y muchos, disueltos en el aire del olvido 
amamantaremos el hueco sin nombre de la noche cerrada;
 muchos tocaremos los cielos oscuros de la indiferencia
 y de la incomprensible nada,
 más tú, mi bien, 
tú amarraste tu esencia dulce al alba blanca,
y acostado te hallas sobre la luna torda, 
por haber coronado de parda sencillez tus letras,
 repletas y ciertas hadas.

Subido al alba, 
cabalgando las luces oblicuas de la mañana, 
peinando el rocío temprano y las luciérnagas magas,
 ahí te hallas junto a mis otros sueños profundos y bellos
 que conformaron la claridad de tu alma.

No lo vi morir

El prado de Proserpina



Nunca vi morir un verso,
apenas lo escuché sobre
el aire del silencio inmenso,
tal que intenso y dulce suspiro.

Suave como el alma generosa,
o chirriante como lamento.
Yo nunca vi morir un verso,
que es conjuro del alma
cuando se endiosa.


Jaroslaw Datta



Padece indiferencia sin tormento,
padece pareceres, parece silencio;
más el verso permanece
y cada día que el papel que lo sustenta
torna en amarillo,
el verso vuela y crece...

Nunca vi morir un pajarillo,
más cuando lo viera muerto,
tal no me pareciera.

Nunca contemplar la muerte del alba pude
y nunca ver se puede la del alma inmensa.

Y es que verso son
el suspiro y la emoción;
verso, el sustento del corazón,
cuando al fin supo de su otro quehacer:
el que en dejando a un lado
el combustible de su sangre,
ya sólo latir sabe
mil páginas de papel.

Satanás babea

El prado de Proserpina
(With love for Trump)




Agnieszka Lorek


El reverso de tus ojos dice la verdad
 mientras tus labios mienten palabras difuminadas.  

Sabes quien eres 
y aún así te sientas en el trono del orbe.

 Ahuyentas el aire puro al pasar,
 y ahuyentas el sueño, 
contemplas tu imagen 
en los charcos de la guerra,
 narciso obsceno y deforme.

¡Rey del mundo, diablo blasfemo!

Trinchas la  carne del pobre
 y la del extranjero...
Trinchas libertades,
 levantas montañas de muertos a las afueras,
 cierras tus puertas al aire nuevo 
y las abres ávido a las monedas.

 El diablo toma el  mundo,
  Satanás babea.

La luna primera del undécimo ciclo

El prado de Proserpina



Ya viene la luna...
 ya se precipita atravesando sin piedad 
la faz del cielo.

 Y la noche se cerró sobre el universo,
 como cascada de silencio 
plagado de resplandores misteriosos
 que no hacen cautivos. 

Cavadini



Vino la luna, ya vino, 
tiñendo de profundidades 
los olores del vino...
 y cubriendo con su pañuelo azucena
 la cara del mundo.

Bajando la escalera del firmamento, vino...
 aparecióse pausada y esbelta, 
la esférica condena, 
atando torres cual trigo
 a su tristeza.

Día primero del undécimo trayecto del último ciclo, 
ya baja la luna su mirada ahuecada sobre todo lo habido.

Y tiemblan las flores dormidas,
 y sueñan desastres las palomas suicidas, 
y baja la luna la balaustrada del cielo
 la noche misma de los extintos.

Y ya se fue el ocaso anunciante 
que espantado no quiso asistir al undécimo giro 
del aquelarre de los olvidos.

Se abren las tierras, 
se cierran los cielos 
y vomitan los gritos
que ahogados se quejan
 bajo el puente viejo
 de los abismos.

Desconfianza

El prado de Proserpina






Ella confía plenamente en su desconfianza, nunca la ha engañado... porque le muestra gentil los insondables movimientos de la maleza que se arrastra húmeda, sinuosa y amenazante alrededor de su sombra bella. 

Nada ni nadie podría sustituir su sobrenatural evocación, nada la burla, ni la más mínima sensación o presencia... 

Jaroslaw Datta



Erase pues una mujer esclava de su confiable desconfianza, insaciable inquisidora capaz de metamorfosear el paisaje y los sucesos en pos de su propia presencia, capaz de deshacer el mundo y volver a levantarlo luz a luz, sombra sobre sombra bella, en forma y tamaño tales que justificar consigan el demonio de su existencia.

El anhelo

El prado de Proserpina





Tranquila, sola y serena respiro...
No hay prisas, 
no existen ni nunca han existido.

El orbe permanece ausente,
los cielos siguen tersos, 
el pasado ya se ha ido.



Jaroslaw Datta



Esperas y espero 
Somos esperanza en carne y en mente,
ansiamos el día primero tras el postrero,
 que es el único horizonte
 en el paisaje del mundo; 
la única pasarela en este crucero
que atraviesa el mar profundo.

Tranquila, no hay prisas
y nunca las hubo...

Fueron fuegos de artificio 
que quemaron mis pupilas
 engañándome y distrayéndome de lo oscuro... 
del alma que respira, 
de mi verdadero anhelo,
 del aliento tuyo. 

La soledad II

El prado de Proserpina


Andurreaba por los estrechos pasillos
 de este laberinto sin apenas conciencia
 de mi persona, del tiempo, del espacio... 

Caminaba sin poder notar el viento en la cara, 
con las alas cruzadas a la espalda, 
desentendidas de su oficio,
 olvidadas...
 Cuando de improviso y sin anunciarse
 la soledad acercarse quiso
 para estar conmigo,
estrecha ventana al alma. 


Jaroslaw Datta

Bendita maldición, 
maldita bendición la de conocerte, amiga cobijada, porque tú siempre miras a los ojos y jamás entornas los párpados frente a las vacilantes miradas...

Bendita soledad,
 tú que hablas profundas verdades
 descarnadas y aterciopeladas, 
 y que me haces sangrar lágrimas, 
hondas y dulces balsas... 
Maldita seas,
 cuando vienes a verme en la noche muda,
 bendita, si es oscura y larga... 
Viniste a mirar insistente
 en lo profundo de mis ojos cerrados, 
abiertos, callados y desterrados... 
Viniste a templar mis fríos
 y llegaste a refrescar mi alma. 
Tú que conoces bien 
el camino que me conduce al sigilo, 
más perdida me hallo si buscarte quiero,
 abrazada a ti, si te olvido.

La noche

El prado de Proserpina



Por encima de los tejados
 hablan las campanas,
 al caer la noche, 
al despertarse del alma...


Jaroslaw Datta



Y trepo a las nubes y a los sueños trepo, 
sobrevolando las palabras vanas,
y junto a la luna yo misma canto,
 recogidita en sus faldas.

La noche se acerca cautelosa
 pintando el cielo de malva, 
se insinúa la menguante corona, 
la fatiga suspira cercana.

Y  en ese momento es cuando
 cierro los ojos y abro mis alas,
 sobre los puentes y la corriente
 tranquila e impetuosa del río, 
junto a las torres sin nombre
 y las bautizadas campanas...

La noche se cierra,
 los campanarios descansan,
de hora en hora callan,
 y de hora en hora rezan
 sus letanías cifradas.

Rasante y veloz como bruja
 atravieso la campiña cuadriculada,
 regreso al olivo, a la muralla, 
a mi acomodo menguante y nácar.

Y cuando el sol lance sobre los horizontes mansos sus primeros rayos violeta, bajaré de un salto lento y sin piruetas sobre mi cama estrecha y blanca, e interrumpido el nocturno revoloteo, caminaré pesada sobre las cuentas del rosario de lo prohibido, hasta que la noche me llame desde su escondite alto y abierto, a la vista de tu olvido.

Amor, dicen...

El prado de Proserpina





Amor dicen,
amar...
Candor dicen,
 sentir...
Ardor para volar 
con un sólo latir...


Agnieszka Lorek


Dos perdidos, al fin hallados, 
dos locos, al fin desahuciados, 
dos proyectos, descalabrados, 
juntos y de la mano...

Mi casa al fin, mi casa está en tus manos, 
mi mundo, entre tus dedos magos,
 y mis sueños son tus sueños
 que desde el primer día me has copiado.

Y tú te miras, en mi alma, 
y yo me miro, en tus manos,
 juntos los dos, un universo
 pequeñito, acogedor, 
y cálido...

Amor dicen,
amar...
Candor dicen,
 sentir...

El loco

Esse Imaginaria





Era un ser extraño...
Su sueño gestaba una cohorte de estrellas candentes, blancas y negras; enormes soles iracundos, diminutas y moribundas doncellas; Todas ellas coreografiaban su danza impredecible y acompasada con la serenata del silencio, esa que la luna, en el escenario de su bóveda infinita, cada noche interpreta.
Era un ser inmenso, casi imperceptible, invisible, inaudible, brillante, con piel de piedra...




Y el mundo pasaba ausente, como móvil escenario a los lados casi sin mirar al cielo, casi sin escuchar la luna, como si fuese una más de sus estrellas...

El mundo presenciaba pues cada noche el funeral de los hombres, que ensimismados y arrastrados sin pensar, por la avalancha de sus inacabables desperdicios se alejan...Y sólo los locos supieron algunos sueños tocar, sólo los desahuciados, los invisibles, los inaudibles, los despreciados.






Ven

El prado de Proserpina


Tengo hambre,
 quiero abrazar todo lo bueno,
 quiero respirar, cantar, 
 bailar quiero como hoja,
 como nube 
y temblorosa agua...


 Dimitry Agreev 

Quiero respirar el cielo, 
tus ojos quiero poseer
y alguna de sus miradas
al suelo. 

Quiero besar una por una 
todas las flores del camino, 
 Quiero nacer y nacer a cada paso, 
hija de los recuerdos bonitos del pasado
 y de las risas que me hilaron el sino...

Ven, viento de piedra
 capaz de trocearme, 
luna nueva, ven... 

Venid sobre mi todos los atardeceres
 y las albas y los jilgueros,
 y los recuerdos todos
 que a pesar de mis olvidos
 aún queráis dormir conmigo.






Al sur del sur II

El prado de Proserpina




Al sur del sur está la luna, 
allí se pierde encaramadita a sus sueños, 
dormidita en su cuna. 



Alexandr Shakhmin

Al sur del sur,
 donde las nieves arden,  
donde viven los sueños, abrazados
 a los soñadores más intrépidos
 que jamás los hubieron soñado. 

Al sur del sur 
se esconden todos los dorados secretos
 que abrir pudieran los cerrojos 
del sinvivir y el llanto...

Y al sur 
es donde los viejos arcos se sueñan,
 policromados y de medio punto
 que todas las leyendas coronaron. 

Al sur del mediodía,
 callada y escondida... 
vuela lento y suave
 la luna encendida. 

 Allí es reina en su reino, 
y pastora de estrellas perdidas,
 amante que tiende su mano
a las durmientes bandidas...


Cenizas

El prado de Proserpina




Y todo sigue su camino, todo…

Siguen indiferentes los sucesos, 
ajenos y ausentes 
de cada uno de los miedos,
 y los extraviados deseos
de la gente.

 Poseer podré mi destino 
ya que dirigir el presente no he podido, 
quizá el mañana yo consiga seducir,
 o pueda el pasado adoptar como a un hijo.

Jaroslaw Datta


E indiferente el mundo rueda y rueda, 
se pasea soberbio por mi ventana blanca,
 sostiene su reloj de arena como lengua grosera
 y amenaza mis ilusiones con su sudario, 
blanco y con la postrera mañana a su vera …

¿Quien te has creído, vida,
 acaso crees que podrás conmigo,
 con mis cenizas? 

Quien te crees para pasar sin mirar 
y sin tocar mi virgen puerta, 
para la luz tamizar 
cuando se acerca a mi ventana
 cada noche, si la luna llena llama, 
y cada mañana si el alba fuera?

¿Quien me crees 
que no salga a buscarte,
 qué piedra, qué mueble,
 qué desgana…?

Si acercárase alguna vez la luna
 a mi casa,
 besaríala yo con mis ojos,
 con mis sueños, 
con mis garras…

Si acercárase el viento lo bebiera,
 la luz,  en ella me prendiera, 
el amor, con él trenzaría mis frutos,
contigo mis ganas…

Un viaje, 
cien caminos,
 una opción, 
 noventa y nueve 
desperdiciadas…

Y volar podré porque volar he podido, 
y fuera del juego me elevaré 
cuando mis alas quebradas
 no levanten más mis pies del camino,
 porque tu recuerdo amansaré 
para que acune mis cenizas con tus cenizas
 en el aire del perfumado olvido.

Gotea el holocausto

El prado de Proserpina




Simulamos flores, pero no lo somos. 
Simulamos tiempo y caricia...
 Simulamos ser una parte de la naturaleza
 tan hermosa como del sol el reflejo,
 e imitamos el alto trino del ave
 y el oscuro bramar del infierno.

Jaroslaw Datta



Busca cada uno su hueco, uno distinto del que amaestrado por otros ya ostenta, una ilusión que engañe al corazón traicionado e incapaz de levantar los castillos que siendo niño había soñado.

Capaz de matar ángeles con el poderoso don de su indiferencia, y de verlos morir lentamente a las puertas de su casa, bien cerrada con mil candados de miedo y excusas huecas…, armados todos de corazones bruñidos de traición que no supieron cumplir su primigenia misión de amor a la paz y de justo miedo a la muda guerra.

¿Qué es del ángel que sólo vuela para discurrir bonitos círculos entre las estrellas? 

¿Qué es del que amputa las alas a los otros ángeles para que no estorben sus piruetas? 

¿Qué del reino de puertas cerradas y ventanas tapiadas como caricias muertas?

Y ahora, viene el llanto del justo inmóvil, del que se queja y del que se ampara en la escasa longitud de sus plumas para alcanzar el otro lado de la puerta.

Y mi propio llanto viene ahora, el más negro, el más perverso, el que ve el holocausto y lo siente, pero se aguanta las ganas de girar la llave y se complace plañiendo palabras huecas.




Oquedad del pensamiento

El prado de Proserpina


Hola, soy un hada. 
Hermosa falsedad, 
oquedad del pensamiento.


Jaroslaw Datta


Soy un hada, -dijo- No me creas. 
Miento, pues no existo. Mas si me ves, si me sueñas, puedo nacer del manojo de la ilusión que en tus sueños me enreda.
 No me mientas, soy un hada, y mentir a la mentira es una incongruencia. 
Dime, amigo, tú que vives en el mundo de las cosas consistentes y serias, dime si me ves o no me ves; dime, tú que sabes del saber, si alguna vez me sueñas...

Cajones ordenados

Esse Imaginaria





Y ya no descansó más su cansancio cansada de esperar su espera.
 Y voló como pajarillo prodigioso, 
como ave primeriza, 
como aliento en la tarde cálida y terca,
 como risa.

Tomó el camino del virgen y blanco horizonte en la mañana, rodeado de dorados y amarillos y violetas... 
Tomó el camino de la palabra infinita, libre a los oídos de cualquiera. 
Se marchó...
Se marchó sin dar un paso, y se quedó  sentada en las cajitas de los corazones que en el mismo circo de siempre la esperan.





Vuelo, caricias falsas,

 vuelo lejos y fuera.

 No soy caballo de feria, 

no encajo en tu roll, 
no me pierdo
 en tal laberinto simple 
que vez a vez engaña al corazón. 
Y vuelo sin el cuerpo alzar, no lo necesito para explorar cada circunvolución de su candor.

Agudos hocicos inclinados sobre la tierra hambrienta, mirando ensimismados el único futuro que con seguridad abrirá sus brazos para cobijar tu tan estrecho y frío rubor.


Vuelo, lejos, 

vuelo cerca, 
y alzo veloz mi alma
 sobre los tejados de los sueños
 que ya nadie sueña,
 en sus ordenados y oscuros 
cajones olvidados...

El enemigo de la creación

El prado de Proserpina



Creación.
¿Crear para mostrar, para adoctrinar, enseñar, mostrarse, convencer, convencerse, descubrir, descubrirse, buscar, encontrar, explorar, emular, recordar, para no olvidar u olvidarse...?

No, crear es frotar las manos vacías y hacer surgir lo que antes no estaba; es embellecer los pensamientos y los sentimientos y ornamentar el vació de los silencios.


En medio del vacío y del caos surge una idea, una palabra, un color que no estaba, algo que complementa, que no estorba, que suma y no resta...

 Y viene entonces un artista más consumado, mucho más consumido, y juzga la idoneidad de la elección, la oportunidad, el tono, el color la densidad, el sentido y el sinsentido y descarnada y juzgada quedan  creación y creador...

Error, inoperancia, tambor de la inconsciencia, deshecho de la creación!!!

Si creas no sufras y goza...
 Crea y crea y hazlo sin parar 
porque el valor del arte reside en tu suma 
y no en quien tan bien ha aprendido
 a restar.

¿Para qué, señor, para qué crear y crear? 

Pues puede que para disfrutar, no para ser, no para mejorar, no para parecer ni para ganar. El ejercicio del verdadero artista es tan sólo crear por crear, sin querer ser menos, sin querer ser más, sin querer ser, sino ilusionado en manar sonrisa y llanto, queriendo ser madre que pare hijos nuevos que buscan su sitio sin volver la vista ni regresar.


Reloj de arena

El prado de Proserpina



Ya pasó, 
la arena ya se precipitó
 por el estrecho pasillo
 de los momentos ninguneados;
 posándose en el acogedor asilo del olvido…
 El tiempo se la llevó 
como al agua se la lleva el río, 
como a la luz la madrugada, 
como a la juventud raptan las horas 
inmisericordes sin hacer ruido.

Jaroslaw Datta

Nunca volverán los antiguos sucesos a reverberar,
 rememorarlos, vivir su sueño es una pesadilla; 
pensarlos, mirar su duna recluida
 es vivir en la acogedora y embustera burbuja
 de la fantasía,
 habitar su nido…

Ya pasó, 
no importa cuantas veces recuerdes sus desastres,
 no importan las veces que revivas
 las gloriosas cornisas del pasado, 
porque el pasado ya pasó,
 y tan solo queda el eco de su voz
 en la inmensidad cóncava del universo 
incombustible y plano…

 Busca si lo deseas su halo en tus cerradas heridas 
para abrirlas, 
en la imperceptible huella que te dejara en la piel aquel beso, 
en la vereda del reverso de aquel camino ya hace tiempo intransitable…

Pasó,
 como trascurre por la boca la palabra, 
como la golondrina por su nido pasa 
y la caricia consumada; 
y tal como abandona para siempre su recorrido
 la sangrienta espada.

Siguen su camino los momentos, una vez agotados,
 y lo sigue el aire encaramado en el suspiro...
 Ya no lo busques y sigue tu destino 
pues aspirarlo no es oficio de nobles
 ni construir consigue torre ni castillo.
 
Un punto en el horizonte te reclama, 
tú no lo oyes y no lo ves, 
mas por ti llama y clama… 

Un punto en el horizonte, 
brillante, magnético, 
flama naranja, 
flama amarilla
 que se acerca prendida
 de la virgen luz del nuevo alba. 

La pasarela del cielo

El prado de Proserpina




El nido está vacío 
y la vida dentellea
 inútilmente mi ventana; 
el nido sigue vacío,
 el amor reclama...

 El aliento de la podredumbre ahí fuera 
destroza mis cortinas, 
quiere raptar mi tiempo y mis pensamientos, 
pretende robarme el alma...

Jaroslaw Datta

Los polluelos silencian el aire 
mientras los dragones braman,
 la distancia asesina mi calma 
y el diablo suavecito me habla...

Pero las nubes desfilan silenciosas, luciendo hermosas la pasarela del cielo, tiñendo el día de sueños, la noche tintando de pura alma. No preciso del vil dinero, no necesito un viaje al cielo, no la lujosa calma; necesito yo silencio y soledad, necesito cielo abierto, luz tenue y tus manos que son mis alas.

Los relojes perecen, 
el rimo circadiano se espanta, 
mi mente va por libre 
y sueña cuando quiere, 
y cuando quieres levantan mis pies
 del suelo sus plantas.




Amor tacaño

El prado de Proserpina




Flora Borsi



Porque tú eres como el tapiado mañana, 
la nube en la ventana, 
también la excesiva pulcritud de la palabra... 

Amor frío, amor tacaño, 
oscuros besos que despiertan en mi 
la maldad y el engaño...
Fantasma, diablo, 
que con tus ojos claros
 robaste mis manos 
y me ataste a la libertad secreta
 del vil engaño...



Tu risa

Esse Imaginaria


Dulce demonio de la risa,
 que me posee con el hechizo
 de tu aliento sobre mi nombre, 
dulce el espanto que me abriga...


Thomas Dodd


Ay, risa que paren las flamas 
de tus avernos inquietos,
 acicaladas con los gruesos 
velos de tus pupilas...!!

Te quiero, 
sonrisa despreocupada y expuesta,
y me entrego
 ante el poder que me da la vida...

Risa perversa, de mañana, 
bajo la luna y sobre el viento,
risa de mi aliento en tu aliento
desde el ocaso a la luz del alba.

Mueca divina y despreocupada,
 signo inequívoco del cielo...

Brillo del cariño, 
guiño de pasión, 
orla divina que con su vaivén
 mece mi corazón.


El prado perdido

El prado de Proserpina


No era una flor, 
no era un suspiro,
 no una nube 
rauda y bella, 
ligera estela no era.

 Nunca fue pájaro, hombre o mujer
 ni animal de aparente vida dotado, 
mas dotada de vida a su parecer...

 Y sintiera al amanecer los campos, 
tintando sus adentros de ilusiones,
si a lo lejos aparecían dorados... 

No era hada ni estirpe fantástica, no era irreal sino realidad callada, y en su prado pequeño y escarpado reinaba sobre briznas de hierba, insectos y florecillas que en verano buscaban su sombra y su amparo contra los afilados vientos el resto del año.

Sabíase y eso le bastara para existir,
 porque ella piedra era.




Sola sobre su diminuto y alto prado, dominando los ciclos del cielo, dominando los cuatro vientos magos, dominando sobre su aterciopelado prado de hierbas y nieves, como alta reina regentaba su universo dorado.

Un día después de muchos muchos días pasados,
 quizá fueron siglos con su lenta carga de años,
 un ser seguido de otros semejantes surgieron sobre su valle
 invadiendo casi toda su superficie, desde las profundas paredes
de su poderosa e inmóvil montaña.

 Los trinos de los pájaros
que a veces escuchara desde lo hondo
 y viera volar sobre lo alto,
el gemir y el bramar de los vientos
 se sellaron, ante el ruido de los extraños.

Parecían cansados, el sol bramante los estaba quemado, más ayudarlos no pudo como hiciera con sus briznas de verde hierba y con las florecillas que crecían a su vera cada verano, puesto que sus envergaduras eran diez veces más una la de ella...

Sufriendo el caduco sufrimiento de sus endebles cuerpos tal como hiciera un espejo, la piedra pareció temblar, como cada vez que uno de los seres que le rodeaban padeciera...

Pasaron varias horas;
 horadaron su prado con un palo
 que lucía un colorido trapo,
machacaron sus florecillas
y sus briznas de hierba con sus pesadas botas,
 comieron cosas extrañas
 y sus desperdicios el virgen reino
ocuparon...

Al fin parecieron descansados y felices. Recogieron sus cosas más valiosas para marchar y piedra sintió como un enorme peso la dejaba.
¡Los extraños y dañinos seres se marchaban!!
-Espera!!
-¿Qué haces? Venga!! Tenemos que estar abajo antes de que caiga la noche!!
-Espera tenemos que llevar algún recuerdo, una prueba de que estuvimos en esta cumbre...
Y el gigante sacó de un saco un martillo y un cincel  y de varios dolorosísimos golpes arrancó gran parte de la piedra que se sintió partir como una hoja seca, se notó levantar de su posición eterna, cayendo de golpe en el fondo del saco junto con otras herramientas.



Se fue...

El prado de Proserpina



Se fue y me deja en el pecho una puñalada de amor desabrazado, en el recuerdo, en el aliento entrecortado, en los ojos que quieren rebosarse y no se dejan, en el recuerdo pirograbado.

Se fue y el dolor de su ausencia es físico y mutila la carne lentamente, lentamente como una enfermedad espiral sin remedio. 

Pero así ha de ser esta marcha feliz que no tiene remedio, porque es el viaje del fruto que dice adiós a la rama que le dio su ser, como la gota de lluvia que de la nube se precipita para conocer las alturas vertiginosas y apagar la sed de alguna flor ya casi bendita.

Bartolomé Esteban Murillo

Adiós, mi niño de oro, adiós, mi tesoro, cuídate allá a lo lejos que hace frío y estás sólo. Adiós mi bien, vuelve si lo necesitas, vuela de vuelta hasta las lejanías que te llevaron de mi mano a los confines de la vida, al lado oculto de la luna
 que no se ve a través
 de las gruesas lágrimas 
que inundarán ya para siempre 
estos ojos.

[Para mis dos soles]

Lejos

El prado de Proserpina





Estar sin saber estar, 
ser sin apenas ser,
 sin el día ni la noche existir, 
así como el profundo y oscuro
 agujero de un olvido... 

Sí, es esa ausencia estando presente, es el vahído del entendimiento, la malhumorada soberanía de lo tangible, es y siempre es una guerra perdida y vana y eterna...


AM Lorek

Existe sin saberlo... y sin saber escuchar los gemidos ni los llantos ajenos, sin notar el tacto del viento, sin apenas entender una palabra perdida en la conversación de una cálida mirada. 

Existe en un mundo paralelo, como el reflejo de un espejo en la casi oscuridad, como el halo del aliento en un día invernal...

¡Tan lejos es y aún así puedo tocarle...!!!

Es ausente a mi realidad de sueños y risas, a mi mundo de llantos.  Es inútil explicar entonces los tonos de los amaneceres a este ser, porque es absurdo para él contemplar del día el último rayo, oler las flores cuando llaman al amor, las aguas en la fuente inquieta, los reflejos escuchar en el tranquilo lago...

Es pues un ser de piedra, que teje trampas a los inocentes incautos que pagan años de condena sus engaños.
 Y es aún así el ser de piedra en este mundo junto a mi, puedo tocarlo... pero en un universo muy lejano, paralelo, cortante, cosecante y malvado.

No me das miedo, 
nunca he temido al infierno 
y puedo buscar la luz 
en el fondo de los ojos del diablo.

 Siento tu dolor, tu falta, 
tu indiferencia...
 Siento, 
siento tener que derramar
 mis lágrimas 
sobre tu reluciente sudario.

¿Quizá esta distancia 
no sea equidistante?
 Y quizá tú estés de mí más lejos, 
más alejado?
¿Por qué sino yo pueda notarte
 más tú no puedas notarlo?

Quizá entonces resulte
 ser realmente yo el reflejo... 
Quizá sea yo el alejado, 
quizá es mi mundo el que esté muy lejos 
y al fin sea yo el auténtico diablo...