Erase que se era... dos reinos y un cofre






 Erase una vez una reina en un reino perdido, la Dama Síamm. Su reino se extendía más allá del horizonte más violeta y lejano, más allá del mundo conocido, donde los elfos no se esconden entre los verdes del bosque y los dragones vuelan junto a las palomas del río.



Era  El Reino Sin Nombre, cuna de los Caballeros del Iris Dádiva los más temidos luchadores que nunca se vieron en los lejanos confines del ancho mundo. Ni los Vástagos Plasiegos más hábiles del Infrareino Són, temidos por sus sangrientas y oscuras masacres se atrevieron en siglos a retarles sabiéndose vencidos antes de comenzar tal combate, por su destreza en el uso de las armas, su inteligencia sin límite y probada lealtad a su rey, el Monarca Tarso, hijo de Haredón , hijo a su vez del semidiós Hispaico, a quien aún se adora en los templos Fástidas.


Sin embargo, grandes peligros oscurecían lentamente el destino del Imperio de los hijos del Reino sin Nombre, el rey Tarso exhalaba su último aliento tras meses de cruel enfermedad y las armas de los caballeros de Son ardían pidiendo sangre para sus aceros fríos y sus gargantas sacrílegas, manando odios por largos siglos fundidos, buscando con ansia enemigos que conquistar para subyugar al poder de su joven e incontrolable rey Astuico..




La Dama Reina fue niña y fue joven una vez,  cuando sus alas de esperanza fueron aún prendidas a su piel,  y aquel lejano día sus sueños le hablaban canciones de flores y vuelos al aire, risas y amores, amores y armonías, mientras con las tiernas hierbas del suelo jugaban sus pies...


Pasó en ese momento entre sueño y lucidez la figura de un ángel de alas negras y blanca faz que levemente inclinado para apreciar su rostro la hizo enrojecer...El joven caballero alado de corazón oscuro y negrura en el mirar, apartó dulce y suavemente un distraído cabello que a ella le cubría el rostro asustado aunque ilusionado, ante la imponente figura...Pareció querer decir algo, sus labios se desplegaron levemente..y hablaron como si siempre hubieran hablado...Compartieron y amaron el amor loco y prohibido, el de la hija del poderoso rey Tarso y el desconocido guerrero oscuro hijo del reino Son, amor sacrílego entre la luz y las sombras, amor imposible que pondría sus vidas y las de sus pueblos en peligro... 
Al morir la luna decidieron guardar silencio por sus vidas y sus pueblos...Ella lloraba en el adiós con lágrimas de rebelde incomprensión...el joven tomó de sus alforjas un pequeño cofre...


-Un día serás la poderosa reina de mis enemigos, dulce ángel, y yo tu cautivo y desde este momento ya rezo impaciente para yacer bajo tus blancos pies sometido....Volveré a mi reino de sombras y sangre a esconder el fulgor de mi corazón bajo la grieta más profunda entre las ardientes rocas del averno, como un cobarde...Hasta entonces guardaremos en este cofre tus suspiros de amor y los míos, estos puros que aún nada manchan. Guardemos por siempre nuestra la fuerza impoluta que tú y yo sabemos podría manar entre tu mundo y el mío...
-La que sería reina asintió bebiendo la sal de sus lágrimas, buscando con el roce de sus dedos las de él que aún no manaban, no habló y sumisa como hoja, dejó que el adiós se consumara...


-Dulce niña de cabellos enredados, no abandones tu sueño, continúa persiguiendo tus vuelos de loco amanecer, pero, pequeña criatura de piel lucero, un día volveré..Cuando los ángeles mientan y los hombres vuelen, cuando el acabóse llegue a su comienzo, ese día buscaré la blanca luz de tu lejana alma afín...


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