Madre

Esse Imaginaria





Hoy te escribo, madre... 
Primer domingo de Mayo. 
 Te traigo flores, jazmines, geranios y azahares, te los traigo porque no tengo ni nunca tuve cosa más bella que entregarte, madre...
Te quise y te quiero, te extraño y te lloro y tu presencia ausente es un agujero cada vez más profundo que mis recuerdos colman cada día de interminables lágrimas, como se colmara de alhajas un tesoro.
Madre, navego sobre el océano que vierten mis ojos, 
y desde que te fuiste no hay motivo para que mis labios finjan sonrisas ni para que mis manos se crean palomas del cielo ni gorriones tordos.



Madre, lo que fuiste yo lo sé: ángel, mujer, extraña criatura de fulgurante blancura, ninfa, hada, o quizá simplemente tú, una mujer buena y bella, un rayo de sol que cruza la estancia, un trino, un reflejo en el agua de la fuente, un aroma de azahar en el recuerdo tallado a fuego sobre mi piel y mis ojos desbordados de tu pasado que a cada amanecer añoro.
Aquí estoy, tú no estás... 
 Construyendo inútilmente una balsa para cruzar el océano salado de tu recuerdo, dulce almíbar del apetecible puchero de tus rastrojos.