Abrigo de escarcha

La pasarela del cielo



¡Qué monótona esta monotonía injusta a la que nos avoca el celo de vivir...!

Suave amanece la mañana 
sumergida en su canto puro de manzana, 
 y suave anochece la luna mora
 sobre estas doradas lomas 
 que rojas y gruesas amapolas
 sangran...



Y observo este devenir 
subida al reptil de los minutos que encadenan;
las hay almas malas, 
las hay almas buenas...

Y observo con las manos atadas
 cómo la boca del santo vomita cadenas,
y cómo las manos de la vida mueren trabadas 
después de haber nacido estelas.

Esty

¡Y hundir quieren mis pies, atar quieren mi alma!
y ya preso de cuerpo y gesto quieren al justo
 los que poseen el mundo sobre sus palmas. 

Prenden el tiempo del otro y lo atan, 
haciendo ovillos de ratas,
 robando sueños
 y mintiendo impostoras promesas 
sobre su cara...

¡Diablos sabios, amantes necios!
que roban la vida del pobre 
para tejer su abrigo escarcha.

No llames

La pasarela del cielo




Desconocida la prosaica cara del huérfano
 vino a verme,
llamando a mi puerta, justo antes callada,
 justo antes sin gente...
Desconocida vino con palabras de amor
 y requiebros imberbes, 
vino la prosa que el viento sopla
 cuando la calma se vence.


A. M. Lorek


No llames a mi puerta, huérfano de honestidad ausente, demente...
deja su piel cuarteada en la penumbra secreta del silencio y de la muerte, 
que yo no busco bullicio ni mentira,
 que mi hogar sólo suspira versos
 y versos aspira y versos expira y lo mantienen.

Sigue camino y despega tus ojos de mi sino
que tu sino no comprende.

Ve, amigo o enemigo, 
ve y no enturbies con tu llamada 
el aire de mi almohada,
 ni deformes las ondas de este silencio grande
que en lo alto de mis sueños se sostiene.



Azahares

La pasarela del cielo


El fin está más cerca cada día y los días ya no quieren regalarme el brillo de los azahares que yacen muertos sobre tu tumba. Me llamas, me buscas, y tus pasos sutilmente ya se escuchan. Debes saberlo, nada busco que no sea reencontrarte. Ven a verme, ven a cantarme, que yo te atiendo embelesada como embelesada del viento aquel día me quedase, apartando las brisas por buscar tu aliento...

-No es la hora, dices. No es el momento- Mas mis brazos se extienden sonámbulos, atados a este cuerpo despierto, rastreando las entrañas del tiempo que no sabe retroceder el camino ya cubierto. Te encontraré, cariño, allá de los tiempos, allá de este desierto; que estas arenas no atenazan ya mis pies ni el calor de esta sangre que no me ha de acompañar por mucho tiempo.


Sólo te pido que al otro lado tu te halles, esperando y apartando con tus manos los umbrales de ese mundo de los muertos, para rescatarme de este tiempo de hormigas malhumoradas que corren sin saber destino ni origen ni importar trayecto.
Las manos tuyas descarnadas y las manos mías, se prendan en abrazo de duendes y de hadas hasta deshacer en este mismo instante los remolinos del tiempo. Mas mis deseos no quieren cumplirse y esta casa se yergue en eco cada noche de nuestro breve amor y nuestro largo duelo.

-María ¿otra vez aquí sola? ¿En qué anda pensando mirando ese retrato? ¡que lo va a gastar...! Venga a la cocina que ya es la hora de la cena. Le tengo preparada la ensaladita de maíz que le gusta- Dijo la muchacha que me pusieron para que no esté sola mientras se llevaba tu retrato limpiándolo con el filo del mandil. 
Sabes que nunca me dejaron sola después de tu ausencia. Por alguna razón que nunca comprenderé, tu hermano Ernesto y su mujer Hermínia siempre cuidaron de mi hasta hartarme. Más de una vez, a riesgo de demostrarles mi sincero desagradecimiento los he mandado a paseo...pero ellos insistieron hasta cansarme y hacerme claudicar, aceptando la imposición de su intermitente compañía y la de los cuidadores que pagan con sus buenos cuartos para mantener a cero la cuenta que siempre tendrán pendiente contigo. Bueno, o seguro que también  por deferencia a tu adorable persona, porque a mi nunca me cayeron bien. ¿recuerdas cuando me los presentaste?  
-Le preparé la ensalada de maíz que le gusta- insistía la cuidadora levantando la voz para asegurarse de que la había escuchado.
-Sí, la he oído Mercedes, vamos por ella-
 Esta muchacha no me deja pensar, es muy ruidosa y nunca se está quieta. Habla y habla, pregunta y pregunta... Bueno, cariño ¿por dónde íbamos?

El aliento de las flores

La pasarela del cielo


A veces duele el ánimo de tanto volar,
 a veces duele la risa
 y el aliento de las flores intensas 
se me pega al alma como disimulando...

El alba mansa me seduce 
como me seduce la luna llena,
 me enamora la errante nube,
y me enloquece tu alma buena.


Agnieszka Lorek



El camino es corto y largo, 
se estrecha allá a lo lejos
 y se funde con los verdejos
de mis sueños más claros.

Y tan fuera de lugar yo me hallo,
en tan bello vergel de terciopelo,
 tanteando con estos ojos sesgados
y este alma color gorrión
de oscuro y bajo vuelo...

Pero ancha es la vereda del cielo, 
y luminosos los soportales del muro de los ciertos; abrazadoras las almas blancas son,
 y las flores del mundo se asemejan las olorosas torres
 que bajo las enaguas de la luna hacen cosquillas, cuando perezosa se retrasa a contemplar el alba,
 para a deshora sumergirse bajo el perpendicular ocaso del orto.

 Y es este aliento 
de las flores frescas,
que se me pega y se me pega
 al alma como brisa intensa...

La delgada línea del odio

La pasarela del cielo




El blanco, el negro y la delgada linea del odio 
no entienden de razones ni de llantos, 
 separan mentiras de verdades, 
descoyuntan familias y amistades... 
y en ordenado consejo
 unos pocos se inventan realidades
que se creen los rebaños de balantes.

Elisavet Theodosiou


Cuando el pescador lanza sus artes,
 poco da que sean buenas o malas
que siempre pesca infantes.

Sí,  cuando el codicioso lanza
 su cortina de humo tejida de las ilusiones
 de los desencantados
 y de sus perdidas voluntades,
 poco da lo que se haga,
 que ese día su codicia come cerebros
 y escupe nuevas y maliciosas deidades. 

¡Patria, bandera, derechos, libertades!!!

¿Qué más da que qué más diera,
si sales a cazar y matas cachorros
 y hembras que nada más que vivir
 necesitan y saben?

Engaño y avaricia a raudales recorren las calles,
mientras que los seres pensantes tienen miedo y no salen.

La maldad está en el hombre
 anidando su alma modelable, 
la bondad lo habita desde infante...

Las separa una delgada línea, bailarina insinuante, 
que se prostituye en pos del embustero que más tiene,
 de ese que el arte de la mentira controle y gane, 
del que compre embustes y bien venda jugosas y adulteradas verdades...


Mueran pues ya los mirlos de la esperanza 
y caigan silenciosos entre gritos de odio 
y bramar de coloridos trapos y retales
los castillos de princesas soñadoras 
sostenidos de naipes.